miércoles, 10 de marzo de 2010

Lo sublime y su hibridación

El catálogo de esta exposición de la Botín está escrito por una señora que parece ser que también ha sido jurado de la selección de becarios según su arte. No he visto el tal catálogo, pero en su página web leo que afirma, la señora en el catálogo, lo que sigue. Dos puntos (respira):

«el territorio del arte cambia continuamente, de tal modo que no se puede hablar ni siquiera de generaciones, como en literatura. En el arte, como en la moda, las tendencias marcan el año, el momento, la temporada. Y como en la moda, esta temporada en el arte se yuxtaponen lenguajes y estilos que en otras tuvieron su momento»

Y que le den por el culo a Altamira.

(En este largo paréntesis quiero empezar pidiendo disculpas por el tono mal hablado de mi expresión anterior, contrario a mi estilo, justificándolo, si acaso, por que se apoya en un contenido de la exposición, como más adelante se verá. Pero es que quiero señalar, por si fuera necesario señalarlo, que la temporalidad del arte es su fin, no su finalidad. Quiero decir. Se acaba con el arte si se intenta trascender su finalidad que es crear belleza intemporal porque el arte se refiere a los substratos profundos de la personalidad humana, del "hombre humano", a su núcleo, que puede vivir, sufrir diría más bien, en un momento determinado, en una sociedad que puede ser tan banal como se quiera, tan frívola y vacía como se precise por el orden establecido, pero en la que el individuo, el hombre, "crea", al modo divino, porque el origen del arte, de su necesidad por el hombre, se encuentra en el mismo nivel que la religión o cualquier filosofía moral o estética. Es algo intemporal y se mata a "el arte" cuando se intenta inscribirlo en la moda. Y me doy cuenta que estoy resultando pedante y farragoso, pero en cualquier caso en este paréntesis hay más sustancia que en unas docenas de catálogos de arte de los que por ahí circulan. Y, por si fuera poco, lo voy a alargar con un fragmento de Unamuno de febrero de 1910 -un siglo y unos días- de un texto suyo titulado "vulgaridad": "a medida que la cultura y la ilustración se hacen más un género de comercio, entran más cada vez en la ley de la oferta y la demanda. Se fabrica ciencia, arte, filosofía y poesía a gusto del consumidor. ¡y vaya un gusto! El peor mecenas es el público. y no hablemos del arte popular, de la ciencia popular... ¡horror, horror y horror". Fin de la cita y del paréntesis)

Y que tomando la frase "En el arte, como en la moda, las tendencias marcan el año, el momento, la temporada" pues he hecho un arte estampado para esta temporada. ¡qué digo para esta temporada! ni eso; he hecho un arte estampado de esta semana que se acerca al final del invierno. Que aún no es primavera en mi centro comercial

Espero que la crítica de los cureitors y especialistas varios pueda aplicar a mi estamp-arte conclusiones como ésta: "revisa diferentes cánones y teorías estéticas tales como lo sublime y su hibridación- evolución pop contemporánea. Su investigación (es) personal y punzante (al) intenta(r) adentrarse en los diversos perfiles creados por personas anónimas en Interne (con lo que) queda de manifiesto su constante interés por el rastro, la huella y por «la parte que falta» "

Este texto lo he confeccionado con retazos de los textos presentación de varios de los artistas presentados. Me he limitado a añadir lo que se ve entre paréntesis y como se ve es un texto que puede muy bien describir el concepto de vacío, sobre todo en su décima acepción según el rae: "Abismo, precipicio o altura considerable"

¿Cuál es la procedencia de mi obra estamp-arte? Tendríamos que hablar de profundidades de mi yo y otras brumas, pero voy a ser más explícito. Se trata de una de las evoluciones de esta misma imagen (fotografía: 600x247 cms):

y que a su vez es una evolución de esta otra obra expuesta en la Fundación:

Bueno esta foto mía no está en la Fundación (yo no soy artista), pero el espectador de ella sí ha estado en la fundación. Lo he sacado de esta foto en la que contempla una pieza artística en la que se representa un despertador y otras cosas. En la foto que corta su hombro derecho se ve a un alguien que se está introduciendo por el culo el pomo de una puerta. Y no estoy hablando en figurado, señora. Es realmente así.

Va a ser difícil que se vean mis fotos en las fundaciones. Yo no me ANALIZO de esta manera ni con vaselina.

5 comentarios:

  1. He's Making a Tape10 de marzo de 2010, 18:34

    Se le ha olvidado a usted citar el verdadero valor intrinseco del arte moderno (oh, perdon, que antiguo suena eso) queria decir de la tendencia de la temporada: el concepto de transgresion; el artista siempre avido por romper con las convenciones sociales, por adentrarse en lo desconocido, verdadero territorio del arte... y tal.
    Y... ¿hay acaso algo mas novedoso y transgresor que meterse cosas por el ano y decir caca-culo-pedo-pis?

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  2. He's Making a Tape (again)10 de marzo de 2010, 18:38

    Dios salve a William Turner.

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  3. Sé que retomaremos esto en algún momento frente a una copa y no llegaremos, como es habitual, a conclusión alguna. Pero lo cierto es que hay un par de reflexiones que n me queda más remedio que apoyar. Por supuesto una de ellas es la cita de Unamuno. El público-consumidor es un asco, ya que es incapaz de ponerse a la altura del arte, rebaja éste a la depresión de la moda. Más aún es ese público-consumidor quien conforma las nuevas filas de la galería comercial del arte. Es el público más obsceno quien se declara artista y creador y a partir de ese momento su única misión es justificar el por qué de sus eyaculaciones narcisistas (onanismo provinciano que es lo mismo). Soy el primero que para valorar algo que a primera vista parece una auténtica mierda, he de leer el cartelito con la información de la obra o el catálogo retorcido y complaciente del "cureitor" de turno. Después me marcho de la sala, salvo honrosas excepciones, pensando que, en efecto, a lo que le dediqué varios minutos de contemplación era un auténtica mierda. También es cierto que hemos de aprender a mirar la belleza, la estética (lo feo y lo hermosos pueden ser sublimes también en su modo) y el resto de los códigos que formulan el arte; y aquí es donde llega mi la segunda coincidencia con lo que escribes: A tomar por el culo Altamira. Se acabó la magia, la religión. dios y la materia oscura de nuestros pensamientos. El arte actual es un banco suizo y los artistas meros cajeros manoseando billetes malolientes y decrépitos.

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  4. El mundo del Arte a comienzos del siglo XXI
    Primera parte
    CAOS y confusión.
    En materia de Arte hace ya unas décadas que venimos leyendo artículos o ensayos con títulos tales como: “La muerte del Arte” (Jean Braudillard), “El no Arte” (Kostas Mavrakis), “La decadencia del arte occidental” (Eduardo Arroyo), etc. La lista de títulos semejantes podría ser mucho más larga, pero creo que con estos es más que suficiente. Es fácil suponer que al interesado por el mundo del Arte todo esto ha de generarle, al menos, cierta inquietud. Y, si escritos como estos no generan confusión, creo que puedo suponer que no soy el único que, con demasiada frecuencia, a los pocos segundos de entrar a una sala de exposiciones se ha sentido confundido. Ciertamente esa sola sensación no me permitiría hablar de caos, pero creo que la simple infinitud de propuestas artísticas que, desde hace años, conviven en un mismo momento llegan a generar ese caos (la infinitud es sin duda entrópica).

    Una sociedad en CRISIS.
    Por si alguien necesita que le refresquemos la memoria quizá sea oportuno recordar que tras el Mayo de 1968 parece que murieron ciertas ideologías que nunca han sido sustituidas por otras suficientemente consistentes, dando lugar así al comienzo de un período de fuerte crisis ideológica. Hay, ademas, una fortísima crisis religiosa que no demostraré de ninguna manera, ya que el florecimiento de nuevas religiónes o sectas (¿o ambas cosas son lo mismo?) hasta contarse por cientos no son más que otra muestra del caos y de la confusión además de evidenciar la crisis religiosa. Y no es preciso insistir en la crisis de valores porque es la consecuencia lógica, entre otras cosas de las crisis ideológica y religiosa, pero si alguno duda de ella que le dé un repaso al mundo en el que vive.
    En el mundo del arte la simple infinitud de propuestas artísticas simultaneas a la que me refería antes evidencia igualmente una situación de crisis.

    ¿Cuál es el origen de esta situación?
    La Historia Contemporánea es convulsa: comienza con dos revoluciones: la Revolución Francesa y la Revolución Industrial. La Revolución Francesa puso en quiebra un modelo sociopolítico que llevaba existiendo más de un milenio sin cambios sustanciales. La Revolución Industrial, a través de la técnica, hizo lo mismo con el modelo productivo de Europa, primero, y, después, de lo que hemos llamado el Mundo Occidental; y lo hizo con tanta fuerza que pronto se llegó a la conclusión de que sólo el modelo de cambio constante es el que indica la buena salud del sistema técnico- económico y, por tanto, también social.
    De ese modo la primera mitad el siglo XIX fue el tiempo necesario para convencer a Europa de que el cambio ideológico era irreversible. La segunda mitad de ese siglo fue el período en el que se descubrió que las dos revoluciones eran las dos caras de una misma moneda al tiempo que las novedades técnicas empezaron a sucederse con más rapidez: el teléfono, la lámpara eléctrica, las vacunas, los automóviles, los rayos x, el cine, los primeros aviones: esto es el cambio constante.
    (ver continuación en el siguiente comentario)

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  5. Segunda parte
    Pero aquellas revoluciones del siglo XIX llevaban en su seno el germen de un nuevo modelo económico: el capitalismo. Y el capitalismo supone una mentalidad mercantilista que concibe que todo puede comprarse y venderse y, naturalmente, que el negocio consiste en comprar barato y vender caro. Y en aras de esa mentalidad el arte pronto se transforma en una mercancía cuya principal virtud o cualidad es, precisamente, su gran capacidad para aumentar su precio de mercado sin que importe qué es lo que origina ese aumento.

    De ese modo la obra de arte debe ser original y única; debe estar bien considerada por los expertos; es importante que esté bien difundida; debe estar avalada por los grandes museos con obras semejantes o del mismo creador; y, por proponer una última cualidad, su autor puede haber batido el récord de precio de una obra vendida (en la modalidad de artista consagrado del pasado o de artista vivo). Así se impone la necesidad de que la critica especializada elogie al artista elegido, aunque para ello se utilice un lenguaje tan confuso como obtuso con tal de que parezca grandilocuente y partiendo de la idea de que la mayor parte de los mortales tendemos a respetar lo que no entendemos aunque solo sea por miedo a hacer el ridículo. Así se hace indispensable contar con los medios de comunicación por el simple hecho de que vivimos en un mundo en el que lo que no se publicita no existe (entre los arquitectos se tiene el convencimiento de que un edificio empieza a ser importante cuando se fotografía y esas fotos se publican). Así cualquier artista de la disciplina que sea sueña con que su obra sea comprada o al menos expuesta en un gran museo, por que eso supone un paso definitivo para su consagración (naturalmente los antaño llamados marchantes de arte, ahora abogados y economistas, hacen todo lo posible porque sus artistas contratados en exclusiva accedan a esos museos). Y con todo esto en el arte empiezan a intervenir muchas personas, muchos intereses y muchas apreciaciones que pueden ser y son ajenas a la propia calidad de la obra. De ese modo la obra puede considerarse importante porque es la más insólita o sorprendente, porque es la más grande, la que exige una tecnología de última generación, más compleja y cara, o porque ha sido incluida en el libro Guinnes de los récords por haber sido pintada con un pincel de doce metros con treinta y siete centímetros y en sólo siete minutos quince segundos. El resultado es que con demasiada frecuencia hemos hecho de la obra de arte un simple espectáculo. Pongamos un ejemplo: Tiziano, Goya o Manet pintaron hermosos desnudos que todos reconocemos como grandes obras de arte; en el siglo XIX el desnudo empezó a ser motivo de la fotografía y se han hecho notables desnudos con esa técnica. Pues bien, a comienzos del siglo XXI ya no se puede hacer una obra de arte simplemente con un desnudo; lo que hay que hacer y se ha hecho (Spencer Tunick) es reunir a varios cientos o miles de personas desnudas en Manhattan, en el desierto de Nevada, en los canales de Amsterdam, en Barcelona (allí fueron ya 7.000) o a la plaza del Zócalo en México D.F. (donde batió su propio récord con 20.000) para que posen para su cámara fotográfica. Y después de esto ¿qué?, pues después de esto se lleva a varios miles de señores y señoras en cueros a un glaciar de los Alpes suizos porque poner gente desnuda sobre un glaciar es más difícil de conseguir y por tanto es más espectacular. Naturalmente el artista dice que todo ello lo hace por el cambio climático y supongo, lo diga o no, que él hace fotos sostenibles y biodegradables. En el arte del siglo XX la ironía ha sido en algunos casos un valor que enriquecía una obra, pero esto de juntar miles de desnudos en un glaciar y decir que es por el cambio climático no es ironía, es cínico oportunismo.

    En cualquier caso el Arte, como la Historia, es irremediable y cada época tiene un arte que la refleja irremediablemente, del mismo modo que el espejo sólo puede reflejar lo que tiene delante.

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