miércoles, 13 de octubre de 2010

El puente de Calatrava suena mal... el palacio de festivales resbala

Puente Zubizuri, Santiago Calatrava. Bilbao. 1997.
Puente Zubizuri, Santiago Calatrava. Bilbao. 1997.

He fotografiado el puente de Calatrava en diferentes ocasiones. La última vez, este verano. El día era radiante. Cuando vas de fotografía con los bártulos y la bicicleta es difícil pasar desapercibido y la cámara hace que a veces te tomen por periodista. Será por eso que al cruzarme con un padre y una niña de no más de seis o siete años que expresó, no recuerdo muy bien cómo lo bonito del puente, a lo que su padre le contestó que resbalaba, ante la perplejidad de la niña y mía. Ya digo que el día era radiante y el lugar común que el puente de Calatrava resbala cuando llueve (lo he atravesado con lluvia torrencial y puedo asegurar que no resbala más que los soportales de la plaza mayor de mi pueblo). Ya digo que la niña se quedó perpleja y el padre tuvo que repetirle la "enseñanza" de los peligros del dicho puente. No sé; me pareció notar que el padre le hablaba a la niña para que yo oyera su "argumentación" y, si era periodista, difundiera la noticia.

Pero, ya lo he dicho, que el dicho puente me parece una de las obras más bellas de Bilbao. Ahora, que ando leyendo un tomazo de esos sobre el gótico, la arquitectura de la luz, encuentro ciertas similitudes y analogías con arquitecturas, por ejemplo como las de Calatrava. El gótico, en el siglo XII, y sus desarrollos estructurales permiten la construcción de enormes edificios en los que la belleza de sus juegos de luz y la ligereza estructural vertical buscan un relato emocional, un transporte del observador "desde lo material a lo inmaterial"
Puente Zubizuri, puente Blanco. Santiago Calatrava. Bilbao. 1997.
Puente Zubizuri, puente Blanco. Santiago Calatrava. Bilbao. 1997.

El trabajo de Calatrava en este puente y su depurada estructura me recuerdan al gótico y el puente también es arquitectura de la luz, cosa conveniente para estas grises y obscuras brumas cantábricas que, como no puede ser de otra forma, adquieren fiel reflejo en el umbrío carácter de sus habitantes. El padre "enseña" a su hija sobre los peligros del resbalar en la vida, dándole una lección moral y estética. Parecía un buen padre. Si la hija llega a resultar una buena hija aprenderá que no debe gustarle el puente de Calatrava y así debe transmitírselo a sus descendientes

En Santander tenemos un caso parecido. Desde hace casi tres décadas unos enseñan a los otros que el Palacio de Festivales de Cantabria es poco menos que una mierda que desmerece a la ciudad. "Cómo sacas eso tan feo, habiendo cosas tan bonitas en la ciudad" he leído en un blog en el que alguien publicaba unas fotos del Palacio de Festivales. Los "argumentos" van cambiando con el tiempo, pero uno de los más citados al principio era que, entre otras cosas, tenía una acústica muy deficiente. Ahora que los músicos y profesionales alaban su acústica apenas ha quedado el argumento de que es feo, cuando nadie se ha parado a mirar más que sus paredes laterales.

No encontrarás en Santander a nadie que defienda esta bella obra arquitectónica; los mandamases y gestores callan y disimulan. No les resulta prudente llevar la contraria a los feligreses y manifiestan una mezquindad que pasa, por ejemplo, por tener permanentemente clausurada la escalera principal y su atrio concebido al modo de los teatros griegos: véase la imagen (tomada del vídeo playas de Santander en la que un paisano, al fondo en la escalera, parece estar aliviando una ventosidad. En realidad se trata de un guardia jurado que está salvando la cadena que permanentemente impide el uso de la escalera y su plaza superior.
A mi estas cosas me parecen como cuando alguien se compra un sofá de piel auténtica y le pone por encima una colcha vieja para que no se estropee. Con un agravante; que se trata de un bien público que se escamotea a la sociedad. Por favor quiten esa cadena. Por favor, que el acceso al Palacio sea a través de su monumental escalera; por favor acaben la obra en su frontal con la integración del dique seco según la idea del arquitecto aprovechando el graderío del dique para añadir un escenario al aire libre. Todos podremos ver el Palacio de frente y constatar su belleza, que como la belleza de una persona sólo cabe verla cuando se la mira de frente.

El Palacio es bello y sus proporciones muy equilibradas y resueltas con gracia en un terreno difícil, estrecho y en pendiente. Acaben de una vez la integración del espacio delantero y reivindiquen de una vez a su arquitecto, Sáenz de Oiza, y su obra porque probablemente sea la mejor obra arquitectónica de Santander. "Arquitectura de luz", que tanto necesitamos entre estas brumas.

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