martes, 8 de diciembre de 2009

Las lágrimas de Plácido Domingo


La fuente en la que bebéis es un urinario, queridos curadores y artistas modernos.

Buscando información sobre los nómadas tuve tiempo de reflexionar que internet es una invitación al nomadismo intelectual, que probablemente sea su gran virtud y especificidad.

Me encontré, vete a saber cómo, con Mathias Goeritz artista singular; desde su Alemania natal huye del nazismo a Marruecos y después de un tiempo se instala en Santillana del Mar atraído por las pinturas de Altamira. promueve la "Escuela de Altamira" cuyo primer manifiesto de 1949 finaliza: "La tentativa de vulgarizar el Arte y la Cultura es síntoma de crisis. Esta tentativa surge cada vez que el hombre se encuentra en una encrucijada histórica"...trasladado a México desarrolla allí una basta actividad artística que incluye la arquitectura promoviendo la "arquitectura emocional" y lanzando diferentes "manifiestos". En "el arte plegaria frente al arte mierda" se expresa así:

"Comprendan finalmente que se trata de una lucha del ARTE-PLEGARIA contra el arte-mierda.
Dense cuenta que:
El arte-mierda es cualquier cosa;
la moda del instante,
es el erotismo aburrido e impotente,
la propaganda escandalosa del surrealismo intelectual y materialista,
el egocentrismo consciente o subconsciente,
la broma lejana a la profundidad,
la lógica y el espíritu sofisticado,
el funcionalismo vulgar,
la pretensión del racionalismo,
la autodestrucción mecánica o individual,
la luna conquistada,
el cálculo decorativo,
es toda la pornografía divertida y caótica del individualismo,
la glorificación del ego,
la crueldad, la vanidad y la ambición,
la violencia,
el bluf
y la mierda misma.

EL ARTE PLEGARIA ¡es todo lo contrario!
Es la pirámide
la catedral,
el ideal,
el amor místico o humano,
la abundancia en el corazón,
la imagen de la nada y del todo,
la lucha contra el ego y en pro de DIOS,
la rebelión del DADÁ contra la incredulidad,
el sol nunca alcanzado,
la crucifixión de la vanidad y de la ambición,
la ley interior de la fe,
la forma y el color como expresión de la adoración,
lo monocromático expresando lo metafísico,
la experiencia emocional,
la línea, que con su modestia crea el
mundo de la fantasía espiritual,
la irracional y absurda belleza del canto gregoriano,
el servicio y la entrega absolutas:
Ése es el ARTE
Ésa es la ORACIÓN"

Mathias Goeritz

Otro de sus manifiestos fue el "Manifiesto de los hartos":

“Estamos hartos de la pretenciosa imposición de la lógica y de la razón, del funcionalismo, del cálculo decorativo y, desde luego, de toda la pornografía caótica del individualismo, de la gloria del día, de la moda del momento, de la vanidad y de la ambición, del bluff y de la broma artística, del consciente y subconsciente egocentrismo, de los conceptos fatuos, de la aburridísima propaganda de los ismos y de los istas, figurativos o abstractos. Hartos también del preciosismo de una estética invertida; hartos de la copia o estilización de una realidad heroicamente vulgar. Hartos, sobre todo, de la atmósfera artificial e histérica del llamado mundo artístico, con sus placeres adulterados, sus salones cursis y su vacío escalofriante. Reconocemos la necesidad de abandonar los sueños ilusorios de la glorificación del yo y de desinflar el arte. Reconocemos que la obra humana, en la actualidad, se presenta con más vigor donde menos interviene el llamado artista. Reconocemos, cada vez más, la importancia del servicio, o sea, de cualquier acto abnegado basado en una ética natural, fuera de toda lógica –el cultivo de una hortaliza, el cumplimiento de un deber profesional o la educación de un niño. Tratamos de empezar otra vez y desde abajo, en un sentido sociológico espiritual. Habrá que rectificar a fondo todos los valores establecidos: ¡Creer sin preguntar en qué! Hacer o, por lo menos, intentar que la obra del hombre se convierta en una ORACIÓN.”


manifiesto hartista

...que dice cosas como: "Los hartistas estamos hartos de que el dinero público se destine a sufragar actividades extravagantes, propias de una atracción de feria, que avergüenzan a la mayoría de la población, que es quien las paga, y no gustan a nadie

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Estamos HARTOS del anti-arte. Partiendo de una idea jocosa de Duchamp en determinado momento histórico, el anti-arte ha llegado a ser el nuevo academicismo, el nuevo arte oficial. Justo el enemigo contra el que se acuñó el término. El propio Duchamp rechazaba que sus Ready-Made se tomasen como arte... nosotros preferimos creer a Duchamp que a sus exégetas

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Estamos HARTOS del conceptualismo. Todo el mundo tiene miles de ideas cada día, muchas de ellas geniales. Nada más corriente que tener ideas. Lo que distingue al artista es la capacidad de sacar partido a las ideas creando obras valiosas de por sí. La idea es un pretexto para llegar a una obra, y no al revés

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Estamos HARTOS de que cualquier cosa se nos pueda presentar como arte. Si algo necesita estar expuesto en una galería y necesitamos que además nos expliquen una serie de ingeniosas historias para que podamos entenderla y considerarla como obra de arte, es que eso no era arte, sino una refinada tomadura de pelo. Una lata llena de caca es tan sólo una lata llena de caca, por más filosofías de andar por casa que la adornen.

También rechazamos enérgicamente la idea de que el proceso es más valioso que la obra, de que sólo el valor “performático” constituye el hecho artístico. Es evidente que todas las artes tienen un proceso, y hasta un rito. Incluso el dueño de un bar que, aburrido, hace una tortilla de patatas, sigue un proceso fascinante y no exento de ritual. Pero el proceso, el rito, sólo tiene sentido porque al final se llega a un resultado. Nadie se come el emocionante proceso de preparación de la tortilla, sino la tortilla

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Estamos HARTOS de que los que no utilizan sus manos se autodenominen artistas. Para ser artista hay que pintar, esculpir, dibujar... no basta con pensar. Ya nos hemos cansado de los caraduras que no dan un palo al agua y se convierten en artistas por la Gracia Divina o por la del gurú de turno ¡El arte para quien lo trabaja!

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Estamos HARTOS del rol asignado al artista de hoy. La pomposa gloria vana, los premios, las bienales, los catálogos y la adulación, constituyan el objetivo vital del artista oficial. Gente sin vocación, sin oficio, con una vida volcada en los actos sociales, lejos del placer de dibujar, del misterio de la pintura, del descubrimiento de nuevos mundos en su interior. Lejos, en definitiva, del olor y el tacto de los materiales del taller. Por el contrario, el éxito para un hartista es poder levantarse cada mañana y pintar

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Estamos HARTOS del sistema actual de enseñanza en muchas de las escuelas de arte oficiales. El aprendiz de artista necesita más la práctica que la teoría, pero a nuestros jóvenes se les llena la cabeza de palabrería hueca e inútil, descuidando sin querer -o a propósito- la enseñanza técnica y la práctica extensa que permitirían desarrollar sus habilidades. No entendemos que se niegue a los estudiantes ese derecho

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Estamos HARTOS de la fascinación por las nuevas tecnologías. Los nuevos materiales y técnicas, las tecnologías informáticas o audiovisuales no nos apabullan ni deslumbran, simplemente son parte de la realidad de nuestros recursos actuales, y los utilizamos con normalidad como una herramienta más. A más de un siglo de distancia de la primera película, a más de 40 años del primer ordenador, es una verdadera estupidez seguir babeando por descubrir que el vídeo o la informática existen. Estamos hartos de que esta fascinación bobalicona por el medio o la técnica utilizada cieguen el sentido crítico de todos, haciéndonos tragar bodrios infumables en aras de la supuesta novedad o ingeniosidad del medio utilizado..."


En mi errático vagabundeo nómada me encontré el blog de Avelina Lesper y su excelente artículo:

"El siglo XX es el siglo del gran error del arte, de la gran equivocación, el mal entendido de convertir lo banal e intrascendental en perpetuo, de confundir el ingenio rápido y fácil en reflexión profunda. Con el inicio del siglo XX comenzó la etapa más torpe y mediocre de la creación y la visión artística. En 1917 Marcel Duchamp hizo del sentido del humor la nueva filosofía, de la ocurrencia un aforismo y de la supuesta falta de la comprensión del público su máxima. Al llamar a un urinario Fuente, Duchamp inventaba el anti-arte, una pieza destinada a destruir al arte. Esta invención fue mal interpretada como una osadía estética y los teóricos y curadores, la instauraron como canon del arte. Este fue el primer error, afirmar que una obra anti artística, era arte y situarla en el contexto impropio, el museo.
Aquí el error no se detuvo, con la invención de Duchamp, el ready-made, se desencadenaron varios malos entendidos. El primero fue no entender el nombre. En la sociedad de consumo, un ready-made es un objeto que nos libra de pensar, está listo para usarse, no requiere de ningún esfuerzo de nuestra parte, ni intelectual ni físico. Si es una sopa, la comes de inmediato, si es aparato, no necesita que leas las instrucciones, lo usas y ya, listo. Y los ready-made artísticos son un compendio de contradicciones. A pesar de su simpleza e inmediatez, requieren de una “gran reflexión”. Primero por parte del artista, que le toma pensar exhaustivamente entre elegir una botella de plástico o sus zapatos, o revisar el contenedor de basura de su calle. Y si eso fuera poco, algo que con sólo verlo tendríamos que asimilar de inmediato las ideas trascendentales, enigmáticas y profundas del artista, necesita de las explicaciones exhaustivas del curador, sus interpretaciones y otros desgloses. Se supone que está listo para usarse, no sólo para evitar el trabajo del artista, que le basta elegir cualquier objeto de su casa y convertirlo en arte, sino porque está listo para el espectador lo aprecie sin trámites intelectuales que impidan el acceso a la comprensión de la obra.
De ahí surgió el otro error: creer que si Duchamp eligió un urinario, alguien podía ahora elegir una silla, un bote de limpiador o lo que sea y también convertirlo una obra. El ready-made inició y terminó con el primer objeto, nada que lo imitara o que continuara sobre esta dirección puede ser incluido como obra. Duchamp al elegir un urinario estaba eligiendo un objeto y esto resume a todos los objetos existentes, este es el único que puede ser una obra. El resto de montañas de objetos que han surgido después de este Adán de la invención, son discursos redundantes, repeticiones inútiles que no aportan algo. Creer que un refrigerador es diferente que un urinario es carecer de todo entendimiento de la propuesta. Se trata de que ya “es” un objeto, y para ese término todos los objetos son iguales. Sumar cosas no hace más grande a la propuesta, la hace repetitiva hasta el aburrimiento.
De ahí se desencadenó el otro error: creer que esto es arte. Negar la proclama del anti-arte como destructor del arte y posicionarlo como obra, atribuyéndole argumentos sublimes a algo que pretendía dinamitar lo sublime del arte.
Siguiente error: al establecer que cualquier cosa puede ser arte y que todo el mundo puede ser artista surgió la devaluación por repetición, la desvalorización por exceso. Todo es arte y todos son artistas, luego, esto no tiene una sola cualidad extraordinaria, entonces no tiene porque existir un museo para exhibir lo común y corriente. Exigir salas, difusión, precios exorbitantes para algo que supera con mucho la oferta sobre la demanda es una contradicción profunda.
Lo que llamaron la democratización del arte, el proceso de despojarlo de su “aura” es un error más. Relacionar la democracia, o sea el hecho de poner algo al alcance de todos, fue la popularización de la mediocridad. Negar el virtuosismo para acercar la realización del arte a todas las personas, incluidas las que no tienen talento creador, no hizo al arte cercano a la gente, lo hizo mediocre. Conectar masas y poca inteligencia no es un favor ni al arte ni al público.
A esta concatenación de despropósitos se reunió la imposición de esta estética al adueñarse del término “arte contemporáneo” para denominar a los objetos, y todas las formas pseudo artísticas que siguen de esta propuesta del ready-made, como instalaciones, videos, efectos sonoros y performances. Lo que se suponía una democratización se convirtió en una tiranía, imponiendo que todo lo que implica virtuosismo, talento, trabajo e investigación no es contemporáneo, porque esto significa tradición. Este error de sacar del círculo contemporáneo a los artistas que hacen sus obras, que son pintores o escultores, convirtió a la propuesta revolucionaria en el status quo, en el arte oficial, y los que antes representaban a las academias ahora son la transgresión, son los out siders, la verdadera guerrilla creativa. La revolución del urinario se convirtió en dictadura.
Un sólo objeto y su cadena de errores tiene hundido al arte en la más profunda de las depresiones, en la idea de que la falta de talento es una virtud y la repetición sistemática de una idea es una aportación. El siguiente y último error es perpetuar esto, creer que las teorías que sostienen esta estulticia son leyes, someterse a la prohibición de disentir y continuar presenciando obras banales y fáciles como si fueran valiosas. Los grandes errores de la historia se cometieron por cobardía y por complicidad. Una voz que se levante y diga NO es suficiente para destruir estos mitos"
Avelina Lesper

"La tentativa de vulgarizar el Arte y la Cultura es síntoma de crisis. Esta tentativa surge cada vez que el hombre se encuentra en una encrucijada histórica"

El arte es un fiel reflejo de las sociedades a las que pertenece. El arte actual se manifiesta anonadado, perplejo, como la misma sociedad inerte y moribunda en la que nace. Repleta, ahíta (que bonita palabra) y desorientada. Obviamente ha de surgir una lucha, una "agonía", recordando a Unamuno y de esa lucha surgirá un cuadro, una escultura o una obra arquitectónica que será la denuncia del marasmo agónico del arte de la misma manera (pero a la inversa) que lo fue en su momento el urinario de Duchamps, que por razones más que evidentes no podrá ser un urinario.


Yo propongo el cuadro flácido, invento de Rudy. Convenientemente situado y con determinada iluminación se convierte en un cuadro vivo con diferentes contenidos según el ángulo con que lo veas y los reflejos que produce.


El arte no ha muerto; sólo que nuestra sociedad es muy decadente.