"Necesito creer que el propio arte es real". Esa afirmación del personaje que interpreta O. Welles da que pensar, porque plantea la relación entre el arte y la realidad.
Marcusse pensó en la cuestión y dijo cosas como ésta: "Si el arte es todavía algo en absoluto, debe ser algo real, parte y territorio de la vida, pero de una vida que en sí misma sea una negación consciente del estilo de vida establecido con todas sus instituciones, su entera cultura material e intelectual, toda su inmoral moralidad, su conducta exigida y clandestina, su trabajo y su esparcimiento".
Consciente del grado de comercialización del arte, ya en 1972, se pregunta qué es lo que define a la obra de arte y su respuesta es la Forma, "eso que no está dicho, que no está representado y sin embargo se halla presente, las interrelaciones de las líneas y los colores y los puntos; todos estos son algunos de los aspectos de la Forma que sustrae, disocia, aliena a la œuvre de la realidad dada y la hace ingresar en su propia realidad: el ámbito de las formas".
En el mismo ensayo, titulado "El arte como forma de realidad", Marcuse también dice: "El objeto estético no posee, por así decir, ningún motivo particular; o mejor, no tiene relación con ningún otro motivo distinto de la mera contemplación: la pura mirada, el oído puro, el espíritu puro. Sólo en esta purificación respecto de la experiencia corriente y de sus objetos, sólo en esta transfiguración de la realidad emerge el universo estético y el objeto estético como algo placentero, bello y sublime. Dicho en palabras más brutales, la precondición del Arte es una mirada radical a la realidad, y una mirada que se aparta de ella: una represión de su inmediatez y de la inmediata reacción ante ella. Es la obra misma lo que es y lo que impone dicha represión; y en tanto represión estética ella es "satisfactoria", disfrutable. En este sentido, el Arte es en sí mismo un "final feliz"; la desesperanza se vuelve sublime; el dolor, bello."
Y satisfactorias, disfrutables, a veces bellas, a veces sublimes, son muchas de sus fotos; en cualquier caso no son humo.
"Necesito creer que el propio arte es real".
ResponderEliminarEsa afirmación del personaje que interpreta O. Welles da que pensar, porque plantea la relación entre el arte y la realidad.
Marcusse pensó en la cuestión y dijo cosas como ésta:
"Si el arte es todavía algo en absoluto, debe ser algo real, parte y territorio de la vida, pero de una vida que en sí misma sea una negación consciente del estilo de vida establecido con todas sus instituciones, su entera cultura material e intelectual, toda su inmoral moralidad, su conducta exigida y clandestina, su trabajo y su esparcimiento".
Consciente del grado de comercialización del arte, ya en 1972, se pregunta qué es lo que define a la obra de arte y su respuesta es la Forma, "eso que no está dicho, que no está representado y sin embargo se halla presente, las interrelaciones de las líneas y los colores y los puntos; todos estos son algunos de los aspectos de la Forma que sustrae, disocia, aliena a la œuvre de la realidad dada y la hace ingresar en su propia realidad: el ámbito de las formas".
En el mismo ensayo, titulado "El arte como forma de realidad", Marcuse también dice:
"El objeto estético no posee, por así decir, ningún motivo particular; o mejor, no tiene relación con ningún otro motivo distinto de la mera contemplación: la pura mirada, el oído puro, el espíritu puro. Sólo en esta purificación respecto de la experiencia corriente y de sus objetos, sólo en esta transfiguración de la realidad emerge el universo estético y el objeto estético como algo placentero, bello y sublime. Dicho en palabras más brutales, la precondición del Arte es una mirada radical a la realidad, y una mirada que se aparta de ella: una represión de su inmediatez y de la inmediata reacción ante ella. Es la obra misma lo que es y lo que impone dicha represión; y en tanto represión estética ella es "satisfactoria", disfrutable. En este sentido, el Arte es en sí mismo un "final feliz"; la desesperanza se vuelve sublime; el dolor, bello."
Y satisfactorias, disfrutables, a veces bellas, a veces sublimes, son muchas de sus fotos; en cualquier caso no son humo.