lunes, 11 de agosto de 2008

Plaza Jemaa el-Fna


El primer día que llegué a la plaza de Jemaa el-Fna decidí salir solo con una cámara de esas de bolsillo. Cuando hice las primeras fotos me tuve que enfrentar a la realidad. Cada vez que haces una foto viene alguien a pedirte un donativo. No es que fuera un error por mi parte: sé de sobra que la gente de Jemaa el-Fna vive de las fotos que se dejan hacer o que se hacen con los turistas. No le pongo ningún pero al asunto. Lo que me parece peor es que estas fotos se utilicen en las guías y revistas de viajes como exponentes de la vida tradicional de Marruecos; que sí, pero no.

En la guía Michelín, por ejemplo, aparece la foto de unos "touaregs", en la ceremonia del té, por supuesto, que cualquiera se da cuenta que son vendedores de alfombras. Nada de touaregs. Y es lo que pasa con el turismo, que crea las tradiciones. En Guelmin, por ejemplo, se celebra un mercado de camellos ¡¡¡para los turistas!!! y los turistas asisten alborozados a un mercado de camellos que no es mercado ni tal cosa y cuentan con alborozo cómo un touareg de atrezzo le quiso cambiar a su chica por dos camellos. El rito se repite una y otra vez porque es lo que espera el turista y a eso ha ido: a vivir la anécdota que ya conoce y, cuando la reconoce de nuevo le entra un a modo de tranquilidad. Todo está bien

El famoso "prisa mata" es una frase de guía turístico y de vendedor de alfombras. Saben que el turista quiere oírla y cumplen el rito siempre que ven uno y el turista la escucha alborozado. A la plaza de Jemaa el-Fna se va a ver al vendedor de dentaduras postizas (me ha parecido ver que ya solo queda uno) cuya verdadera industria no es la venta de piños, sino la foto con el avezado turista que ha encontrado una escena para contarle a media humanidad. O los encantadores de serpientes drogadas o medio muertas que esperan la aparición de un audaz fotógrafo que inmortalice el encuentro con un verdadero encantador ¿de serpientes?, ¿de turistas?...creo que sin duda queda mucho más encantado el turista que la serpiente.

En la plaza Jemaa el-Fna los músicos no son músicos y se dedican a aporrear sus tambores y se arrancan cada rato con las dos notas que saben sacarle a su flauta mágica de encantar turistas. Cuando volví, ya pareciendo un fotógrafo, con una cámara como de fotógrafo, ya no me pedían por las fotos y si había un ligero gesto en ese sentido, rápidamente aceptaban mi negativa haciéndome la pregunta "C´est pour la publicité"..."Ah, oui c´est pour la publicite" y teníamos un gesto como de complicidad entre profesionales.

En cuanto aprenda inglés y francés, he de aprender el árabe para poder escuchar a los cuentacuentos de la plaza de Jemaa el-Fna. Éstos no están por los turistas. Ni siquiera por los turistas marroquís. El público de los cuentacuentos es de los propios habitantes de Marrakech que diariamente acuden a escuchar sus historias y asisten a ellas con ojos embelesados en una plaza rodeada de antenas parabólicas. He de saber qué cuentan estas historias...en la pura esencia de las mil y una noches.

No a todos los marroquís no les gusta que les hagan fotos.


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