miércoles, 20 de agosto de 2008

la caída


"así que ejerzo en el "mexico-city", desde hace algún tiempo, mi útil profesión. consiste, ante todo, usted lo ha experimentado, en practicar la pública confesión,, lo más frecuentemente posible. me acuso de arriba abajo. no es difícil; ahora no me falla la memoria. pero cuidado; yo no me acuso groseramente, con golpes de pecho. no; navego ligeramente, multiplico los matices, también las digresiones; en fin adapto mi discurso al oyente, le incito a exagerar. mezclo lo que me concierne y lo que atañe a los demás. tomo los rasgos comunes, las experiencias que hemos padecido a la vez, las flaquezas que compartimos, el buen tono, el hombre del día, tal como lo condena, en mí y en los demás. con lo cual fabrico un retrato que es de todos y de nadie. una máscara, bastante parecida a las de carnaval, a la vez fieles y simplificadas, ante las cuales se dice: "ya lo encontré; éste es". cuando el retrato está acabado, como esta noche, lo enseño, lleno de desolación: "esto es lo que yo soy". la defensa ha terminado. pero, instantáneamente, este retrato que tiendo a mis contemporáneos se convierte en un espejo

cubierto de ceniza, arrancándome lentamente los cabellos, con la cara desgarrada por mis uñas, pero con la mirada penetrante, me presento a la humanidad entera, recapitulando mis vergüenzas, sin perder de vista el efecto que produzco, y diciendo: "yo era el último de los últimos". entonces, insensiblemente, paso en mi discurso del "yo" al "nosotros". al llegar a lo de "he aquí lo que somos", mi carrera ha terminado; puedo cantarles sus verdades. soy como ellos, desde luego; estamos en el mismo puchero. sin embargo, yo llevo una ventaja, la de saberlo, y eso me da derecho a hablar. estoy seguro de que usted la percibe. cuanto más me acuso, mayor derecho tengo a juzgarle. más aún: le provoco a que se juzgue usted mismo, lo que me alivia otro tanto. querido, somos extrañas, miserables criaturas, y, por poco que hurguemos en nuestras vidas, no nos faltarán ocasiones de asombrarnos y escandalizarnos de nosotros mismos. trate de hacerlo. no dude que escucharé su propia confesión fraternalmente

no se ría. sí, usted es un cliente difícil; lo vi desde el primer momento. pero llegará a ello, es inevitable. la mayoría son sentimentales, más que inteligentes: en seguida se les desorienta. para los inteligentes hay que tomarlo con calma. basta con explicarles el método a fondo. no lo olvidan, reflexionan. un día u otro, mitad por broma, mitad por desasosiego, se ponen a la faena. usted, usted no es tan solo inteligente; usted ha vivido. sin embargo confiese que hoy se siente menos satisfecho de usted mismo que hace cinco días. yo aguardaré desde ahora a que me escriba o a que vuelva. pues usted volverá, estoy seguro..."

la caída. albert camus

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