miércoles, 20 de agosto de 2008

los esclavos


"¿deliciosa mansión, verdad? las dos cabezas que ve usted ahí son de esclavos negros. una inscripción. la casa pertenecía a un vendedor de esclavos. no; en aquel tiempo no se escondía el juego. tenían un cofre decían: "tengo casa propia, trafico en esclavos, vendo ébano." ¿se imagina hoy a alguien haciendo pública manifestación de que ejerce semejante profesión? ¡qué escándalo! oigo desde aquí a mis colegas parisienses. en esta cuestión son irreductibles; no titubearían en lanzar dos o tres manifiestos o quizá más. tras una reflexión, yo agregaría mi firma a la de ellos. ¿esclavitud? no, no; estamos en contra. que uno esté obligado a instalarse en su casa o en una fábrica, bueno: está dentro del orden de las cosas; pero pavonearse de ello es el colmo

sé muy bien que hay que dominar y ser servido; nadie puede pasarse sin lo uno o lo otro. todo hombre necesita esclavos, como aire puro. mandar es respirar; ¿no es usted de esa opinión? incluso los más desheredados llegan a respirar. el último de la escala social tiene un cónyuge, unos hijos. si es soltero, tiene un perro. lo esencial es, en definitiva, poder enfadarse sin que el otro tenga derecho a replicar: "no se contesta a un padre"; ¿conoce usted la fórmula? en cierto sentido es singular. ¿a quién se respondería en ese modo sino a aquel que se ama? pero desde otro aspecto resulta convincente. es necesario que alguien diga la última palabra. si no, a toda razón se opondría otra; sería el cuento de nunca acabar. el poder, por el contrario, zanja todo. hemos invertido tiempo en ello, pero al fin hemos llegado a comprenderlo. por ejemplo, ya ha debido usted notarlo: nuestra vieja europa filosofa al fin con cordura. ya no decimos, como en tiempo de ingenuidad: "yo pienso así. ¿cuáles son sus objeciones?" nos hemos vuelto lúcidos. hemos reemplazado el diálogo por el comunicado. "esa es la verdad, decimos. puede seguir discutiéndola; eso no nos interesa. pero dentro de unos años vendrá la policía y le demostrará que tenemos razón" "


a. camus

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