martes, 12 de agosto de 2008

Maniobras



Hasta hace poco yo no sabía lo que quería ser de mayor. Hace poco pensé que ya lo tenía, que lo que quería ser es fotógrafo, que es el trabajo más bonito del mundo. Pero luego he descubierto que no, que lo que quiero ser de mayor es extranjero.

Ocurre que cuando uno es extranjero te tratan bien. Todo el mundo acepta que puedes ser de tu manera y no se lo toman a mal. Extranjero es como una calificación moral que lleva implícita la diferencia y que te da un plus de libertad. Cuando, en cambio, "eres de aquí" todos pugnan por que seas igual, es decir, que no seas. Hay una película que es una parodia de estas cuestiones. "La noche de los muertos vivientes", de romero, una de las primeras, si no la primera, película de zombies. Película notable por ser hecha entre aficionados y sin medios y porque es una metáfora social como pocas. En la película, los zombies son mayoría y acorralan a unos pocos supervivientes intentando arrastrarlos a su mundo. Justito como en cualquier sociedad. Sé como nosotros.

De extranjero, al menos cuando estás de paso, no se te plantean estos acosos. Incluso ven con cierta gracia la diferencia y es frecuente que te quieran ayudar aunque no lo necesites. Algo como para tomarle gusto.

¿Es perfecto? Bueno pudiera llegar a serlo, pero perfecto, perfecto, no debe haber nada, salvo los famosos "gases perfectos", que por otro lado no son más que una concepción teórica. Existen las fronteras y existen los policías. Y desde el momento que existen existe la corrupción. La frontera entre Turquía y Siria, por ejemplo, en la parte turca, parece directamente extraída de una película de Berlanga sobre la corrupción. La frontera entre Grecia y Albania, en la parte griega, parece salida del "Expreso de medianoche" y en la parte albana de Berlanga. Que la realidad supera a la ficción se puede comprobar fácilmente en cualquier frontera. Desde el momento que se llega a la barrera la sensación de realidad queda abolida por una irrealidad onírica, que muchas veces toma el aspecto de pesadilla. Claro me refiero a países en los que la democracia no es otra cosa que un sueño. Es entonces cuando se hace cierta una cita que he utilizado por aquí que dice que el verdadero valor de la democracia se capta cuando no existe.

Y los policías. Te los encuentras literalmente escondidos entre las matas de las cunetas al acecho del conductor extorsionable. En los últimos años los traficantes de armas, muchos de ellos instalados en Marbella, han incorporado a sus catálogos unos radares de mano que causan furor en ciertos países pendientes de democratización. El procedimiento siempre es parecido. Dos policías con su papel perfectamente asignado: uno de ellos, el que trata contigo es más simpático y te explica el rango monetario de la sanción y que te la van a aplicar en su grado más bajo. A veces te enseñan el boletín de denuncia, pero nunca lo escriben. Otras te apuntan en un cuaderno o en papeles sueltos y empiezan las "negociaciones". Claro que mi negociación siempre es la misma; que no voy a pagar. Y siempre lo he conseguido, tanto en fronteras, como en carreteras, pero la cosa lleva su rato. Las primeras veces resulta más chocante.

Recuerdo la primera; fue atravesando Rabat y no tenían radar. El policía que forcejeaba por extorsionarme acabó comprendiendo que no iba a haber manera de sacarme los cuarenta euros que pretendía. Entonces se acercó el otro y tras un parlamento el extorsionador me mandó marchar haciéndome notar que gracias al otro. Cuando iba a arrancar se acercó "el otro" y me pidió un cigarrillo; entonces le enseñé un paquete de Marlboro y uno de Gitanes por ver de cuál quería. Cogió el de gitanes y se dio media vuelta con él. Ha sido la única vez que me han sacado algo

Aquella vez en Croacia lo vi peor; los dos policías tenían cerca de los dos metros y unos cuerpos formidables y su comportamiento era especialmente agresivo, incluso por parte del amable. Cuando pensé que venían de una guerra sin principios (como cualquier guerra, pero más), tengo que reconocer que se me secó la boca. La "negociación" era especialmente dura y larga. Cuando el más agresivo recibió una llamada en su móvil y devolviéndome los papeles y agarrándome por la camisa con mucha agresividad me empujó hacia mi coche mandándome que me marchara, me pareció que había ocurrido algo milagroso. Los dos me acompañaron agresivamente hasta el coche mientras que el amable me reiteraba con furor: "no good person, no good person". Tres o cuatro kilómetros más adelante vi la causa del milagro. Me crucé con un coche de lujo de la policía en el que sin duda iba un jefe.

Tengo que reconocerlo; yo soy "no good person". Para los policías corruptos y para muchos de los de mi pueblo supuestamente normales. ¿Y tú? ¿eres "no good person" para los normales normalizados?, ¿no quieres ser extranjer@?

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